Cómo nos preocupamos muchas veces por cosas que no tienen sentido. Cosas insignificantes, nos enojamos por boludeces. Peleamos por boludeces. Nuestro orgullo no nos deja ver más allá... y sufrimos, tratamos de disimular por orgullo... pero sufrimos... y mucho.
Siempre hablamos de más, pero nunca decimos lo necesario. Todos herimos con nuestras palabras, pero nunca ayudamos. Todos criticamos a los demás, pero nunca los alentamos. Hasta que un día nos damos cuenta que los demás no están, que se fueron,y que fueron y son importantes para nosotros.
Y nos damos cuenta que gastamos tiempo diciendo cosas que no eran importantes, cosas que se van con el viento, en vez de decirles cuánto los queríamos, cuánto nos importaban, cuán bien le hacian a nuestras vidas, nunca les agradecimos verdaderamente lo que hicieron por nosotros.
Y sólo cuando se van para siempre, nos damos cuenta de lo efímero que es el mundo, lo efímero que es todo. Y nos damos cuenta que incluso nosotros que nos creemos todopoderosos, que todo lo podemos un día estamos, y al otro ya no. & ahí caemos en la conclusión de aprovechar cada día, cada momento, cada minuto. De recordales a todo el mundo lo importante que son en nuestras vidas, antes que sea demasiado tarde. Porque nadie volvió jamás de la muerte para decirnos que escuchan nuestros llantos y nuestros lamentos cuando se van. Porque no sirve de nada arrepentirse de lo que no se dijo. Porque las cosas hai que decirlas mientras se pueda, mientras tengamos la seguridad de que el otro escucha. Porque las palabras que no se dicen quedan estancadas para siempre adentro nuestro, y ese estancamiento sólo nos produce pena y angustia.
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