sábado, 16 de octubre de 2010


una fantasía que nos persigue como un chicle pegajoso en la suela del zapato desde hace más de cinco décadas: que sólo un hombre puede traer paz, plenitud y equilibrio a la vida de una mujer. Que sin ellos somos seres incompletos e insatisfechos que gritan por cualquier cosa y lloran sin motivo en la oficina.
 
¿Llegará el día en el que el mito sea recíproco? ¿Qué cada vez que un hombre le grite a otro porque pasó un semáforo en rojo pensemos que lo que le falta es una mujer? ¿Que nos de pena el soltero de 30 años, o que encontremos patético al playboy que no se casó nunca? No sé, por las dudas yo espero.

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